Aprender a caminar

Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Mt. 5:48

Cuando Jesús habló en el Sermón del Monte sobre el verdadero amor y sobre la forma de amar del creyente —tal como el Padre nos ama—, cerró su enseñanza con la declaración contundente de que fuéramos perfectos como el Padre celestial. El pasaje es controversial, sobre todo entre personas que llaman a Jesús «Señor» pero no quieren hacer lo que Él les dice.

Lo primero que veo aquí es una idea que ya he tocado antes: el estándar de moral ha de ser Cristo, no el prójimo. Al mediocre le fascina compararse con otros a quienes él considera peores para sentirse bien consigo mismo. No obstante, como Jesús enseña, el parámetro no son los otros, sino Dios mismo. El verdadero nivel de moral personal se mide de la siguiente manera:

\text{Nivel de bondad personal} = \frac{\text{Bondad personal}}{\text{Bondad de Dios}} = 0,

porque Dios es el sumo bien y su cantidad de bondad es ilimitada (infinita), mientras que la de cada uno de nosotros es limitada (finita). Así que en términos de moral, solo hay dos opciones: o el vaso está lleno, o el vaso está vacío, no hay puntos medios; y el vaso siempre va a estar vacío si solo depende de nosotros porque no podemos poner en el numerador más que una cantidad finita de bien. Necesitamos que Dios mismo venga y llene la copa.1

Lo segundo que me parece notorio es que el llamado está dado dentro de un contexto particular: el del amor. Es decir, el llamado a ser perfecto no es acerca de cumplir normas morales, sino de amar bien:

Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Mt. 5:43-48

Tercero, lo más obvio: hay un llamado a ser perfectos. Pero esto molesta a muchos. Hay quienes leen el texto en cuestión y entienden que, a menos que sean perfectos, Dios no los ayudará. No obstante, eso no es lo que dice el pasaje ni lo que Jesús mostró durante su ministerio terrenal. La mejor clave para entender las palabras de Jesús suele ser el ejemplo de su vida misma: ¿Ayudó Jesús a personas que no eran perfectas? ¡Por supuesto! ¡Todo el tiempo! ¡De eso se trató su ministerio terrenal! ¡Esta es la esencia del nuevo pacto! Así que es totalmente incorrecto pensar que el pasaje enseña que Dios no nos ayudará si no somos perfectos. Y aun así, el llamado a ser perfectos permanece. Pablo lo entendió bien y por eso les dijo a los efesios que la meta era que llegaran a ser perfectos como Cristo (Ef. 4:13-15).

C. S. Lewis lo explica de la siguiente manera en Mero cristianismo (libro IV, capítulo 9, «Calculando el precio»): la gente acude a Dios para que la libre de pecados que la avergüenzan o que interfieren con su vida cotidiana. Y Dios, que es bueno, por supuesto lo hace. Sin embargo, Dios no va a parar con esos pecados, su objetivo es librarnos de las ataduras de todo pecado para que lleguemos a ser perfectos. ¿Quiere decir esto que Dios no se agradará de nosotros si no somos perfectos? ¡Por supuesto que no! Lewis continúa diciendo lo siguiente (tomando una analogía maravillosa de George McDonald, que es la inspiración de este escrito): Todo padre se deleita con los primeros intentos que hace su bebé por caminar; pero ningún padre va a quedar satisfecho con menos que el caminar libre, firme y valiente de un hijo adulto.

Como por estos días nuestro hijo Mostaza está aprendiendo a caminar, recordé esta enseñanza de Lewis y McDonald que tan profunda y clara me ha parecido por años. Es hermoso ver los pasitos torpes e inestables de mi hijo; yo lo veo y se me hinche el corazón de amor. Pero el mismo amor que siento me lleva a darme cuenta de que no me satisfaría verlo caminar así toda su vida. Porque lo amo, quiero que él pueda caminar libre, firme y estable por la vida. Así que, como una imagen vale más que mil palabras, cierro este escrito con los primeros pasos de mi hijo, que me recuerdan el amor de mi buen Padre celestial:2

Mostaza en sus primeros pasos

Notas

  1. Formalmente, el nivel de bondad personal se expresa como un límite: \lim_{b\rightarrow\infty}\frac{n}{b}, donde n es la bondad personal y b es la bondad de Dios. Para quien solo depende de su moral personal, el numerador es finito, con lo que el nivel de bondad decrece a cero. Pero el creyente que recibe el regalo de Dios, al vivir la verdad en amor, crece a un varón perfecto, hasta ser en todo como Cristo (Ef. 4:13-15). Es decir, n crece a b, con lo que el límite es 1.

  2. Hace aproximadamente siete años he querido hacer este escrito, desde que Juana, mi sobrina, aprendió a caminar. En aquel entonces tenía el video de sus primeros pasos en un antiguo teléfono, pero lo cambié y perdí el video. Ahora Dios me concede el privilegio de escribirlo no como tío sino como padre, porque Él es un Dios que cumple sus promesas.

1 comentario en “Aprender a caminar

  1. Dora C. Pachón Galindo

    ¡Hermosa entrada! Cautivó mi corazón. Papito Dios me ama tal como soy y cada día me lleva de su mano hasta que al fin camine sin tropiezo alguno.

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