Sobre las traducciones modernas de la Biblia

INTRODUCCIÓN

Apareció un anónimo que se volvió viral en redes sociales criticando duramente y con toda ignorancia las traducciones modernas de la Biblia, argumentando que son satánicas porque omitieron versículos que aparecían en la Reina-Valera. Omar Daldi, presidente de la editorial cristiana Peniel respondió de manera muy clara y cita el anónimo completo, pero yo también quiero añadir una respuesta desde otro ángulo.

Así que empecemos por el principio: La Biblia está escrita en 3 idiomas: hebreo, arameo y griego. Casi todo el Antiguo Testamento (AT) está en hebreo, con la excepción de ciertas partes en los libros de Esdras y Daniel que están escritos en arameo. Es mayoritariamente aceptado entre los entendidos que el Nuevo Testamento (NT) se escribió originalmente en griego.

De los manuscritos originales, que suelen llamarse autógrafos, no poseemos ninguno; seguramente se perdieron; si no se perdieron, no los hemos encontrado. Como sucede con todos los escritos de la Antigüedad ocurre también con la Biblia: los eruditos tienen que intentar reconstruir el texto original a partir de los textos posteriores que tienen a disposición. Solo poseemos copias de copias de copias de los autógrafos. La gran diferencia entre la Biblia y otros textos de la Antigüedad es que de la Biblia poseemos múltiples referencias y muy tempranas. Por ejemplo, en 1947 se descubrieron los rollos del Mar Muerto, que contienen manuscritos del AT datados hasta del s. II a.C. Por otro lado, del Nuevo Testamento, hoy poseemos una cantidad casi exagerada de textos que son copias cercanas a los originales. Volveremos sobre este punto más adelante.

REVELACIÓN E INSPIRACIÓN

Empecemos por la revelación. No busco referirme aquí los tipos de revelación (especial o general), sino a la definición como tal. Puede entenderse la revelación bíblica en dos sentidos: Primero, el literal: revelar es quitar el velo de algo que antes estaba oculto. Así se entienden partes de la revelación bíblica como Apocalipsis y las profecías veterotestamentarias. De hecho, la palabra griega apocalipsis significa exactamente eso: revelación. El libro del Apocalipsis es la revelación de los tiempos finales que obviamente nos estaban ocultos y no podríamos haber conocido si Dios no se los hubiera mostrado al apóstol Juan. Tal aspecto de la revelación es real pero no abarca la totalidad de la Escritura. Para ver esto considérese por ejemplo 2 Timoteo 4:9, donde Pablo, encarcelado en Roma, dice a Timoteo: «Haz todo lo posible por venir a verme cuanto antes». No hay aquí una enseñanza tipo Apocalipsis y sin embargo los cristianos también aceptamos que este pasaje es parte de la revelación de Dios. ¿Por qué?

Porque así como en el ejemplo citado de 2 Timoteo, las cartas de Pablo —y muchas otras porciones de la Biblia— están llenas de mensajes que no pueden catalogarse como quitar el velo a una enseñanza oculta, mas no quiere esto decir que en tales porciones no esté buscando Dios comunicarnos un mensaje. De modo que cuando nos referimos a la revelación queremos decir sobre todo comunicación de Dios.

Ahora pasemos a la inspiración. Cuando decimos que la Biblia es inspirada, queremos decir literalmente que es respirada por Dios. La inspiración tiene varias características pero me centraré solo en dos. Primero, es plenaria: Pablo le dijo a Timoteo que toda la Escritura es inspirada por Dios (2 Ti. 3:16); es decir, la inspiración abarca la totalidad de la Escritura. Segundo, es verbal: cada palabra del texto bíblico es inspirada por Dios. Para ver esto, considérese por ejemplo el argumento de Pablo en Gálatas 3:16:

Ahora bien, las promesas se le hicieron a Abraham y a su descendencia. La Escritura no dice «y a los descendientes», como refiriéndose a muchos, sino: «y a tu descendencia», dando a entender uno solo, que es Cristo.

Nótese que aquí el punto de Pablo no solo pende completamente de una palabra sino de una letra: la diferencia la hace que una palabra aparece en singular, no en plural. La razón por la cual hago referencia a estos dos puntos —la inspiración plenaria y verbal— es porque implican que todas y cada una de las palabras de la Biblia están inspiradas por Dios. Sin embargo, no quiere esto decir que el cristianismo acepte, como lo hacen los musulmanes con el Corán, una teoría de dictado: que Dios haya pasado por encima de las facultades de los autores humanos para hacerlos escribir lo que Él quería; aunque explicar este punto me haría desviarme y no es tal el interés de este escrito, la aclaración es importante.

La fuertísima implicación de la inspiración verbal y plenaria es que aunque toda traducción contenga la revelación, ¡ninguna traducción es inspirada por Dios! En particular, ninguna versión en ningún idioma traducido es inspirada por Dios. Más particularmente, en español tampoco lo es ninguna versión: ni la Reina-Valera ni la Nueva Versión Internacional ni la Biblia de las Américas ni la Nueva Traducción Viviente ni la Dios Habla Hoy… ¡ninguna!

DEL TEXTUS RECEPTUS

Erasmo de Rotterdam fue un reconocido teólogo católico y filósofo holandés del siglo 16 d.C., experto en latín y griego. Erasmo tuvo la ambiciosa idea de producir una versión de la Biblia en latín mejor que la famosísima Vulgata Latina, traducida por San Jerónimo en el siglo 4 d.C. Llegó a decir que «era apenas justo que la carta de Pablo a los romanos estuviera en mejor latín». No porque Pablo hubiese escrito Romanos en latín — pues todo el NT se escribió en griego—, sino porque siendo la lengua más importante del Medioevo y principios de la Modernidad, era apenas natural que Erasmo quisiera honrar a Pablo con una bella traducción de su carta a la iglesia de Roma, la tierra del latín. A la postre, en lo que parece haber sido un arranque de vanidad, el holandés también tradujo, medio a las carreras, una versión griega, para poder contrastar su latín con el de la Vulgata. En una de esas grandes curiosidades de la historia, a pesar de su esmerado trabajo en la traducción latina y de su apresurada versión griega, la segunda fue la que se convirtió en un arrasador éxito de librería (pocos, de hecho, saben que él hizo una traducción latina) pues nunca antes se había imprimido un NT en griego. Este NT griego es el que hoy conocemos como Textus Receptus (TR)… que en otra curiosidad, tiene nombre latino.

El TR a su vez estuvo basado en otros manuscritos (de nombres más bien esotéricos como 1, 1rK, 2e, 2ap, 4ap, 7 y 817) entre los cuales el más antiguo data del siglo 11 d.C. Esto implica que las referencias que Erasmo usó fueron tardías, considerando que el NT se terminó de escribir antes del final del s. 1 d.C.. Es decir, Erasmo, usando manuscritos del siglo 11, traduce a comienzos del siglo 16 un libro escrito en el siglo 1: su base de traducción es 1000 años posterior al momento en que se había terminado de escribir el NT. Esto no es en sí mismo un error de Erasmo, pues en aquella época había pocos manuscritos antiguos y eran de difícil acceso: en Basilea, donde llevó a cabo su proyecto, contó principalmente solo con 6 de estos.

Como ya se dijo, Erasmo produjo el TR de afán, y por ello la primera edición estuvo plagada de errores tipográficos; la segunda edición (1519) corrigió muchos de estos errores, aunque muchos quedaron; y en la tercera (1522), aunque todavía quedaban errores, cometió la barbaridad de añadir la llamada coma juanina en el texto a pesar de que sabía que no pertenecía a los originales (más adelante volveremos a este asunto). De todas maneras, el TR se convirtió en la base de traducción de los NT en los movimientos reformados de diferentes lenguas durante casi toda la Modernidad. Hasta el mismísimo Martín Lutero lo usó para traducir la Biblia al alemán. La versión King James, que podría considerarse análoga a la Reina-Valera en el idioma anglosajón; la versión de Tyndale, también en inglés; la Biblia rusa Sinodal; la traducción de Diodati al italiano y la Statenvertaling al holandés son algunos ejemplos, entre muchos más, de la versiones que se basaron en el TR.

DE LA REINA-VALERA

¿Por qué es importante hablar del TR? Porque el TR también es la base griega sobre la cual se fundamenta la traducción al español del NT en la Reina-Valera (RVR). La versión RVR recibe dicho nombre porque fue traducida por Casiodoro de Reina en el año 1569, y posteriormente revisada y publicada por Cipriano de Valera en 1602.

Ha llegado a ser de alta estima en el pueblo evangélico hispano pues fue casi la única traducción con la que, marginados por el catolicismo, los evangélicos contamos durante siglos. La única que hasta hace muy pocos años podríamos llamar propia. Una de las características más notorias de la RVR es la belleza majestuosa de su español, ejemplo sobresaliente del llamado Siglo de Oro de la literatura española, al punto que Marcelino Menéndez Pelayo, filólogo y erudito español del s. XIX, exaltó su calidad literaria y la consideró superior a varias versiones católicas.

CRÍTICA TEXTUAL

Con la llegada de la Modernidad y la Ilustración, surgieron nuevas ciencias o se dio formalidad a ciertas ramas del conocimiento ya existentes. Una de ellas fue la crítica textual. La tarea de la crítica textual es reconstruir los manuscritos antiguos de forma tal que los que hoy tenemos se asemejen cada vez más a los autógrafos. Como solo contamos con copias de copias de copias… de los manuscritos originales bíblicos, la crítica textual es una tarea importantísima: nos permite conocer con mayor exactitud el contenido de los textos originales. El problema es que dichas copias suelen tener errores —a veces inocentes y a veces no tanto— que oscurecen la labor.

Es importante mencionar aquí que la mayoría de obras de la Antigüedad plantean dificilísimas labores a los críticos textuales. Por ejemplo, los eruditos están fuertemente divididos hoy en cuanto a la existencia de Homero, el supuesto autor de la Iliada y la Odisea: una escuela grande, quizás mayoritaria, cree que tales historias son recopilaciones —y mejorías— llevadas a cabo durante varios siglos que decantaron en las bellísimas obras que hoy conocemos. Otro ejemplo digno de mencionar es el de Alejandro Magno (siglo 4 a.C.), de quien solo tenemos noticia por biografías entre 3 y 8 siglos posteriores a su muerte (la más antigua siendo de Diodoro Sículo en el siglo 1 a.C., y la más confiable, la de Arriano en el siglo 2 d.C.), biografías que citan a su vez a los biógrafos originales y contemporáneos de Alejandro, como su general Ptolomeo; pero de tales escritos contemporáneos al heleno no tenemos siquiera una copia.

Por circunstancias que solo pueden atribuirse a la Providencia, con la Biblia, en particular el Nuevo Testamento, la situación es diferentísima: aunque los autógrafos están perdidos, en la actualidad poseemos más de 5800 manuscritos griegos, 10 000 manuscritos latinos y 9300 manuscritos de otras lenguas antiguas que son copias completas o fragmentarias de los originales, algunos tan cercanos a los autógrafos como el papiro en griego P52, datado del 125 d.C., y que contiene un fragmento del Evangelio de Juan. Sorprendente si se tiene en cuenta que los académicos datan el cuarto Evangelio entre 80-90 d.C. ¡El papiro dista entre 35-45 años del original! La cantidad y calidad de textos que hoy poseemos solo puede calificarse de desbordante y abrumadora. Aunque todavía hay preguntas abiertas en cuanto al contenido de ciertos pasajes, tales preguntas tienen que ver más con el orden de las palabras o la interpretación que les dio el traductor o escriba antiguo y no comprometen ninguna doctrina fundamental del cristianismo.

Con base en los mejores y más antiguos manuscritos a disposición hoy, se ha compilado un gran texto que algunos llaman Textus Criticus (texto crítico, TC). El TC sirve de base para todas las traducciones modernas de la Escritura en todos los idiomas. En particular, en español es la base para versiones como la Nueva Versión Internacional (NVI), la Nueva Traducción Viviente (NTV), la Biblia de las Américas (BLA), la Biblia La Palabra Hispanoamericana (BLPH) y la Biblia Textual (BTX), entre otras.

COMPARACIÓN DE LAS TRADUCCIONES MODERNAS Y ANTIGUAS

Con todo el conocimiento que hoy tenemos, sería una necedad rayana en el absurdo no considerar los mejores manuscritos para hacer nuevas traducciones. El problema de las traducciones más antiguas es que los copistas de antaño a veces cometían errores tipográficos; otras veces añadían sus propias opiniones o comentarios al texto. Al tener tan poco material a disposición, los amanuenses o traductores de futuras versiones simplemente perpetuaban los errores de aquellos copistas. Hoy, gracias a Dios, sabemos mejor. Tenemos una crítica textual boyante y los hallazgos arqueológicos y filológicos nos permiten acercarnos con altísima precisión al contenido de los autógrafos. En general esto explica por qué las versiones modernas no contienen ciertos versículos que las antiguas versiones como la RVR sí tenían. ¡Tales versículos no figuran en los textos más antiguos y confiables, sino que fueron añadidos por algún traductor, copista o comentarista en algún momento posterior de la historia! Estos versículos no figuraban en los autógrafos… autógrafos que eran la Palabra inspirada de Dios.

Las fallas que tienen todas estas versiones basadas en el TR no se pueden atribuir a los traductores modernos (Lutero, Tyndale, Reina, Valera, etc). Los traductores hicieron lo mejor que pudieron con la versión griega que tenían disponible en su momento (el TR) y grande corona les espera en el cielo por su labor. No obstante, como ya se explicó, el texto base de Erasmo sí tenía fallas, incluso para el estándar de la época. Para ilustrar esto, vale la pena hacer algunas comparaciones entre el Textus Receptus (TR) y el Textus Criticus (TC):

  • El TR fue escrito con base en 6 manuscritos; el TC por su parte está hecho con base en más de 5800 manuscritos griegos (sin contar los latinos y de otras lenguas que suman alrededor de 20 000).
  • El manuscrito más antiguo que usó Erasmo databa de 1200-1300 d.C.; por contraste, el TC usa manuscritos tan antiguos como el 125 d.C.
  • El TR tiene múltiples adiciones que no existen en el TC porque no figuran en los manuscritos más antiguos y más confiables. Para un recuento véase este enlace (en inglés).
  • Increíblemente, el TR omite palabras o frases que son importantes y que aparecen en el TC (por ejemplo, Mt. 24:36; 1 Co. 9:20; 1 Jn. 3:1).

Mención aparte merece la adición de la llamada coma juanina en el TR y que, sin ninguna mala intención, también copiaron Reina y Valera. La coma juanina es un comentario parentético en 1 Juan 5:7-8, una adición posterior de algún copista que quería reforzar la Trinidad. Para entenderlo más claramente, veamos el texto en RVR:

Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan (1 Jn. 5:7-8).

La coma juanina es la parte que aparece subayada y no figuraba en los manuscritos más antiguos. Tal inserción ha sido fuente de muchos problemas. Erasmo sabía que no era parte del texto bíblico y sin embargo decidió incorporarla en su traducción. No ha faltado quien haya defenestrado la Trinidad y la divinidad del Hijo afirmando que las dos son inventos posteriores de la iglesia para divinizar a Cristo. Por ejemplo, Isaac Newton con todo su poder intelectual se dio cuenta del asunto y lo utilizó como pretexto para justificar su conversión al arrianismo.

CONCLUSIÓN

Más allá de la belleza literaria, las comparaciones no dejan bien paradas a las traducciones existentes que usan el TR como base. El TC ha dejado claro que versículos como Mateo 17:21; 18:11; 23:14; Marcos 7:16; 9:44; 9:46; Lucas 17:36; 23:17; Juan 5:4; Hechos 8:37, entre otros, no hacían parte de los manuscritos originales.

Las diferencias son tan grandes que el gran teólogo y apologista cristiano William Lane Craig, considerado uno de los 50 más grandes filósofos vivos hoy día, sostiene que no es bueno usar las traducciones basadas en el TR (como la RVR y la King James) para estudios bíblicos serios, pues el TR se basa en «la familia bizantina de textos, que es la peor y la más corrompida de todas las familias de textos del NT». No pretende Craig una prohibición del uso de las versiones antiguas como la RVR, como si fuera la Inquisición. Sin embargo, más allá de su inherente belleza literaria, estos textos resultan poco útiles a la hora de estudiar la Biblia.

Yo en particular entiendo el apego a la RVR: aprendí a leer con ella y conozco de memoria largas porciones en esta versión. Sin embargo, cada vez que estoy estudiando textos en español, voy a las mejores traducciones protestantes modernas con base en el TC como las ya mencionadas anteriormente: NVI, NTV, BLA, BLPH (que por la belleza del idioma se está convirtiendo en una de mis favoritas) o BTX, entre otras.

La conclusión de Craig es que si no queremos aprender griego y hebreo, quedaremos a merced de los traductores de las versiones, sean antiguas o modernas. Por lo tanto, quienes estamos interesados en profundizar en la Palabra de Dios, deberíamos procurar el aprendizaje de las lenguas en las cuales nuestra Biblia se escribió.