La provocación protestante de la ciencia

Han surgido debates recientes al interior del protestantismo acerca de su influencia en ese concepto —algo etéreo— de lo que hoy llamamos ciencia. Por ejemplo, en el portal de internet español Protestante digital, donde escriben reconocidos pensadores protestantes ibéricos, se presentó hace poco un cruce de columnas entre sus opinadores por las posiciones divergentes al respecto.

Todo empezó con una entrada de César Vidal llamada Protestantismo y revolución científica en el blog La voz, cuya lectura recomiendo al lector. En ella argumenta que el protestantismo provocó (y nótese que el verbo es provocar, no originar) la revolución científica. Dice Vidal que las naciones que adoptaron el protestantismo eran en general más pobres que las naciones católicas a finales del Medioevo, momento en que se inicia la Reforma. Y, sintetizando la idea, esa situación se volteó gracias al impulso de la Reforma a la sociedad y en particular a la ciencia.

No carece de razón Vidal en su afirmación. Cuando estaba en mi pregrado tuve la oportunidad de asistir a un curso llamado Introducción a la modernidad: Reforma, dentro de una serie de varios cursos semestrales que dictó Rubén Jaramillo Vélez. Recuerdo haber leído allí unas afirmaciones de Lutero sobre el cambio sustancial que vivió Alemania gracias a la Reforma. Decía Lutero que, entre muchas otras cosas, incluso en las ropas se veía la mejoría en la Alemania de inicios del s. XVII. Y realmente así era. La Reforma tuvo un efecto básico importantísimo que se expandió rápidamente por toda la Europa protestante: la alfabetización de los países que afectó, impulsada por el mismo Lutero para que cada persona pudiera leer la Biblia en su idioma.

La alfabetización tiene resultados directos tangibles… por ejemplo, que al leer se aprende a hacer los mejores vestidos que vio Lutero, claro. Otro resultado es que un grupo no pequeño de los alfabetizados quiere conocer cada vez más; y en aquel momento coyuntural muchos de ese grupo, como también lo señala Vidal en su columna, fueron cristianos protestantes que vieron en la ciencia una forma de entender a Dios por sus obras en la naturaleza, su palabra creada; por eso en sus orígenes la ciencia moderna también se llamó teología natural. El más grande de estos científicos protestantes —y de toda la historia— fue sin duda Isaac Newton, quien escribió más sobre teología que sobre ciencia y quien fuera además el creador del cálculo, la mecánica y la óptica.

Por supuesto, Newton no fue el único; como menciona Vidal hubo otros protestantes con grandes contribuciones para la ciencia. Lineo (taxonomía), Euler (matemático, quedó ciego muchos años antes de morir pero aun así continuó haciendo grandes contribuciones y podía recitar gran parte de la Biblia de memoria), John Dalton (la teoría atómica), Michael Faraday (electricidad) y JC Maxwell (electromagnetismo) son solo algunos de ellos.

Sin embargo, a todo esto responde Pablo de Felipe (aquí y aquí), protestante, bioquímico y también columnista de la mencionada publicación, que la ciencia no fue casi un monopolio protestante, como lo afirma Vidal. Para ello recurre correctamente a ejemplos de grandes científicos católicos de la época —y, obviamente, tratándose de Europa Occidental, en aquel momento histórico no había sino las opciones de catolicismo y protestantismo— que difícilmente pueden pasarse por alto: Copérnico (heliocentrismo), Veselius (anatomía moderna), Descartes (filósofo e implementador del plano cartesiano) y Fermat (matemático), entre muchos otros; más recientemente, los grandes Mendel (padre de la genética), Pasteur (microbiólogo y químico francés) y Lemaître (padre de la teoría del Big Bang).

Estos son datos incontestables. Sin embargo, lo que no puede negarse es que lo que hoy llamamos revolución científica habría sido imposible sin el protestantismo, pues vale la pena añadir que, antes de la Reforma, el conocimiento estaba restringido al clero y a los poderosos, de modo que la democratización del conocimiento solo se hizo posible gracias a la ya explicada alfabetización de la Europa protestante, que terminó ampliándose a todo el continente gracias a la revolución social que significó la Reforma. Sin este cambio social nunca habría ocurrido la llamada revolución científica, pues para ser verdadera revolución, de efectos sociales notorios, necesitaba ir mucho más allá del clero católico y, de no haber sido por el protestantismo, los pocos científicos católicos de la época no habrían podido generar una revolución social en nombre de la ciencia… sobre todo si se considera la forma en que Roma trataba las ideas que consideraba contrarias y «peligrosas»: la Inquisición.

En resumen, no puede afirmarse con base en la historia que el protestantismo sea algo así como el padre de la ciencia, pues también existieron muchos científicos anteriores a la Reforma. Pero tampoco puede negarse que la ciencia moderna usó y requirió del protestantismo para llegar a ser. No podemos decir que sin protestantismo habría existido una ciencia (o no) porque eso nunca lo sabremos; pero repito: esto que hoy llamamos ciencia, la ciencia —y que no sabemos muy bien cómo definir— no habría existido sin el protestantismo, sin la Reforma.

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